Des-encuentro


Clara mira el reloj. Son las 3:30 p.m. y quedaron en encontrarse a las 4:00 p.m. “Todavía tengo media hora para relajarme” pensó. Quería fumarse un cigarrillo para calmar los nervios que le producían aquel encuentro y recordó que apenas unos segundos se había sentado nuevamente en la mesa de aquel Café Gourmet, precisamente después de haber regresado de la terraza de fumadores.

Jugaba con el encendedor en sus manos, que estaban frías y temblorosas. Pidió otro café al mesero. Miraba impaciente a todos lados, especialmente a la puerta que se abría y cerraba constantemente. Volvió a mirar el reloj y era las 3:32 p.m. Parecía que el tiempo pasaba demasiado lento esa tarde, cada minuto era una eternidad. Sacó su celular del bolso, y empezó a mirar el mensaje de texto que la tenía ahí sentada en ese lugar esperando “Nos vemos a las 4 en el Café de la Av. Del Mar. Luisfra.”

Miraba el mensaje una y otra vez y sonreía pícaramente. Habían pasado exactamente 10 años desde la última vez que lo había visto. Y prefería no recordar la despedida, fue algo muy doloroso para ella. Pero Luisfra, había vuelto y quería verla. Eso era suficiente motivo para sentirse feliz.

Sacó la cosmetiquera del bolso y procedió a hacerse los últimos retoques. No exageró con el maquillaje, pues recordó que a Luisfra le gustaba el estilo natural. Así que procedió solo a untarse un poco de brillo labial.

3:59 p.m. Y Clara, sentía que el corazón se le iba a salir. “Él siempre ha sido puntual, ya no tardará en llegar”. Y exactamente, a las 4:00 en punto, cruzó por la puerta de aquel café un hombre de unos 35 años, bastante apuesto y elegante, que preguntó por la mesa No. 15. Y ahí estaba ella, con una cara de ansiedad que no podía disimular, la felicidad le brotaba por los poros. El divisó la mesa que aquel mesero le indicó. Ella estaba que brincaba de la emoción. “Dios Mío, y sigue tan lindo como siempre”, pensaba mientras no separaba la mirada de aquel hombre y al mismo tiempo, le sonreía plácidamente.

Llegó a la mesa.

Clara Sofía Jiménez, cuánto tiempo sin verte. – expresa Luisfra con esa sonrisa coqueta que derretía a las mujeres, mientras se inclinaba para estamparle un beso en la mejilla.

10 años exactamente, dice Clara en un tono coqueto.

Clara estaba atónita. Lo miraba y miraba, no podía quitarle la mirada de encima. “Ese perfume, que delicia”. Pensaba cada cosa.

Luisfra por su parte estaba muy tranquilo. Miró a Clara y pensó: “A pesar de sus 35 aún se mantiene bonita, aunque si hace un esfuerzo podría estar mejor”.

Como Clara, no estaba en condiciones de iniciar una conversación, Luisfra la ayudó.

- Estoy impresionado. La ciudad ha cambiado mucho en estos 10 años, pero todo para bien, está más bonita, más moderna.

- Si, así es. El progreso ha tocado nuestras puertas y parece que los últimos políticos han robado menos y hecho más. Pero cuéntame, tú cómo has estado, que hay de tu vida.

Y llegó ese momento que tal vez Clara hubiese querido evitar. Después de haber formulado la pregunta, bajó su mirada y miró las manos de Luisfra y ¡oh sorpresa! Un anillo de matrimonio. Así que ya sabía lo que le contestarían y su rostro inmediatamente cambió la sonrisa reluciente por una sonrisa fingida, una sonrisa impuesta a la fuerza.

- Bueno Clara, te cuento que he estado muy bien, excelente. Hace 7 años soy un hombre felizmente casado, con una mujer espectacular, llamada Inés, ella es médica. Tengo una hermosa hija de 5 años y ya tengo mi propia agencia de publicidad, me está yendo a las mil maravillas, y precisamente, he vuelto a la ciudad, por asuntos de negocios y visitas a nuevos clientes. Y tú, ¿cómo has estado? Te ves muy bien eh.

Clara solo tenía ganas de salir corriendo y olvidar ese encuentro. Pero ahora le tocaba enfrentar de nuevo, una realidad que a ella parecía no importarle, no gustarle. Le tocaría decirle a Luisfra, que su vida ha sido un completo fracaso, que estudió una carrera que no ha podido ejercer, que a sus 35 años no había logrado tener una pareja estable, sino muchos amores fugaces, unas cuantas noches de sexo y ya, no tiene hijos, y que siempre ha vivido con la ilusión de volverlo a ver, porque para ella no existirá otro amor en su vida como él. Pero no, ella tenía que demostrarle todo lo contrario. Si él era feliz, entonces ella también lo iba a ser, al menos por esa ocasión y en su mundo imaginario.

- Bueno Luisfra, te cuento que trabajo en una gran empresa, me va muy bien, gano un excelente sueldo además que me gusta lo que hago, estoy saliendo con un abogado muy guapo con el que muy pronto me voy a comprometer, vivo sola, soy feliz, muy feliz. - Terminó de decir con una sonrisa que más que emoción daban ganas de llorar.

- Vaya Clarita, eso me alegra mucho. En realidad, no sabes cuánto, dice Luisfra emocionado mientras la toma de las manos. Sabes que eres una mujer muy valiosa e inteligente, y bueno, a pesar de todo lo que pasó entre los dos, siempre te he apreciado mucho y he querido que te sucedan cosas maravillosas.

Luisfra aprovechó y sacó de su billetera una foto familiar que enseñó a Clara para que conociera a su familia. La cara de Clara era para suicidarse.

- Que linda familia tienes Luisfra, Dios te la bendiga mucho, consérvala y lucha por ella, dijo Clara, fingiendo alegría, cuando en realidad se estaba reventando de la envidia y con ganas de romper esa foto y pisotearla.

- Seguro que si Clarita, es más, la próxima vez que venga las traeré para que las conozcas y te conozcan, seguro mi esposa y tú serían muy buenas amigas.

Clara no lo podía creer. Ella amiga íntima de la esposa de su ex, del amor de su vida, del único hombre del que ella se había enamorado realmente. Pero es que ¿acaso Luisfra estaba loco? ¿cómo se le ocurría a él tremendo disparate? Sentía unas ganas inmensas de llorar, sentía una horrible opresión en el pecho, no entendía el sentido de aquel encuentro, se cuestionaba su ilusión en balde, porque ahora nuevamente tenía el corazón roto. Luisfra le había roto el corazón una vez más.

El encuentro transcurrió sin mucha emoción por parte de Clara. En cambio Luisfra, no paraba de contarle lo maravillosa que era su vida, sus paseos familiares, su experiencia como papá, mientras Clara actuaba a escucharlo, cuando en realidad su mente estaba pensando quinientas mil cosas a la vez, menos en concentrarse en esa felicidad de su ex que a ella le producía tristeza y envidia.

El reloj marcó las 6:00 p.m. y aburrida de escuchar esas cosas que tanto la estaban lastimando, Clara dio por terminado el encuentro excusándose en una supuesta cita con su “novio”.

- Lo siento Luisfra, debo salir a encontrarme con mi novio, es que quedamos en comer con unos amigos de él. Me tengo que ir pero de volada.

- Tranquila Clara, entiendo. A ver cuándo me lo presentas, y nos tomamos unas cervezas.

Clara sonríe hipócritamente y contesta en tono irónico:

- Claro, estoy segurísima que ustedes también serían tan buenos amigos.

Se despiden con el mismo beso en la mejilla. Y Luisfra decide quedarse en el lugar, mientras Clara sale por la puerta como alma que lleva el diablo.

Una vez más, llega una despedida de esas que no se quisieran recordar. Clara con los ojos encharcados toma un taxi y se aleja del lugar.

- Hace 10 años nos alejamos. Hubiese preferido no volvérmelo a encontrar. Que tonta pensar que el encuentro sería diferente. Que tonta pensar que a pesar de haber pasado 10 años íbamos a ser los mismos, como si nada hubiese cambiado. Que tonta vivir de decepciones.

Y dicho esto, se prometió nunca más volver a ilusionarse con cosas del pasado. Desde ese día, el objetivo de Clara fue “cerrar ciclos”.

Comentarios

  1. cerrar ciclos es tal vez, la fase mas difícil de los duelos que tenemos en la vida, pero nos guste o no, es lo que nos permite avanzar hacia otros caminos y aprender a levantarse para que en la próxima caída el golpe no sea tan fuerte.

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  2. Que buena historia... hay que cerrar ciclos.. sino nos quedamos dando vueltas ahi.. y no avanzamos!!

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  3. Me encata tu blog.
    Lo encuentro superatrayente estéticamente hablando y quiero seguir dando paseos por el en un futuro.
    Saludos.

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