"¡Mi amor, hoy es noche de sólo hombres!"


No soy nadie para juzgar a los demás, ni para condenar sus actos, esto está más que claro. Pero aún así, y después de conocer a los hombres y su cúmulo de “errores humanos” (apenas naturales), me sigo sorprendiendo por las actuaciones de éstos, porque si a las mujeres nos tildan de Steven Spielberg, la estatuilla al mejor actor entraría fuera de concurso por parte de ellos: todos se la merecen. Pero bueno, como les venía diciendo me sigo sorprendiendo y NO debería hacerlo, pero es que a lo mejor en el fondo sigo siendo muy ingenua y me gustaría creer que aún existen hombres fieles, que aman y respetan a sus esposas, que no miran por otros ojos sino por los de ellas, que entienden y aceptan que son de una mujer, así como ellos exigen lo mismo de su cónyuge. Sí claro, que ilusa Érika, me dice la mayoría, y sí, yo lo sé, pero como les digo, por una extraña razón me da por pensar así, a veces, solo a veces…

Toda esta antesala la digo porque hace poco pasé por una situación algo rara e incómoda para mí.
Me llaman ciertos amigos, casados, los más juiciosos ellos, a invitarme a salir, a tomarnos algo y a hablar de todo un poco. Acepto la invitación asumiendo que ellos van con sus respectivas esposas. Me recoge uno de los pocos solteros del grupo y llegamos al sitio del encuentro. Y vaya sorpresa, cuando localizamos la mesa están todos acompañados, peeeeeroooo ¡OH MY GOD! ¡No son sus esposas! Quedé como en shock y me sentí en el lugar equivocado. ¡Un momento! Ellos me estaban convirtiendo en alcahueta de sus fechorías, y lo peor es que yo conozco a sus esposas, pues son amigas mías también. Me senté en la mesa un poco disgustada por la situación y los muy perros proceden a presentarme a sus “amiguitas”, todas unas niñas entre 19-22 años, muy bonitas, encantadoras a simple vista.

Muchas cosas pasaban por mi mente al verlos ahí tan cariñosos con sus amantes, relajados como si nada, como si no tuvieran a nadie esperándolos en su casa. Uno a uno se me acercaba y me decía al oído: “tu no me has visto”. Y yo con unas ganas enormes de sapearlos por cínicos, pero la vida me ha enseñado que esas cuestiones es mejor no involucrarse, pues siempre a la final las parejas terminan reconciliándose y quedas tú como la chismosa del paseo.

El momento cumbre de la noche fue ver cómo llamaban a sus queridas espositas a “marcarle tarjeta” y mientras lo hacían, la mano contraria a la que sostenía el celular metida en la entrepierna o entre las puchecas de la jovencita que lo acompañaba y que no paraba de lamerlo y lengüetearlo todo mientras él decía a quién estaba al otro lado: “te amo mi amor, tranquila, prometo que no llegaré muy tarde”.

Yo sólo pensaba: ¡Ay Dios! Cuando me case yo también seré de esas esposas a las que marcarán tarjeta y me comeré el cuento que mi esposito solo está pasando un rato agradable con sus amigos y ya, porque ellos también necesitan su espacio, su libertad y ese cuento tan cliché que ya nos sabemos de memoria.

Y pues no pude llegar a otra conclusión que los hombres solo se casan por puro pretexto social, de pronto pa’ tener con quién acompañarse cuando viejitos o multiplicar el apellido, porque hay cosas que por instinto, naturaleza, o como le quiera llamar, siempre van a primar y es precisamente, esa “necesidad física” de poder estar/disfrutar de varias mujeres al tiempo. Y sí, puede que mis amigos amen con locura a sus esposas, eso sólo lo saben ellos, pero aún así no son capaces de respetarlas al 100% como ellas se lo merecen. Definitivamente, hay cosas que es mejor no tratar de entender, pero a decir verdad, siempre me generan inquietud.

Aunque no haya sido una experiencia súper agradable, de todos modos fue bueno vivirla, así me voy preparando psicológicamente y creando el discurso respectivo cuando en un futuro mi esposo (si al fin me decido a tenerlo) me venga con el cuentico de “mi amor, hoy es noche de sólo hombres”. ¡Ay Dios! ¡Agárrate muela picá, que lo que viene es cucayo!

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Comentarios

  1. Ay Dios... que cosas, yo tmb sigo creyendo que hay unos pocos... poquitos que valen la pena.

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