¡No quiero ser grande!


Es un hecho. No quiero ser grande. Si me permitiesen elegir un estado para permanecer eternamente sería el de seguir siendo una niña. Y sí, es que me he dado cuenta que ser grande no es tan chévere como yo creía, como lo esperaba…

De pequeña soñaba con crecer y creo que esto nos pasa a todos. Me divertía mucho jugando a la adulta, utilizando los tacones de mi mamá y mal utilizando sus maquillajes. Andaba con carteras (llenas de juguetes y otros chécheres), me hacía peinados extravagantes y hablaba mucho, metía la cuchareta siempre en las conversaciones de los grandes porque yo me creía así.

De adolescente, quería ser “grande” para poder ir a discotecas sin tener que presentar una contraseña falsa o quizás esconderme en el baño del lugar cuando llegaba la policía a hacer requisas y llevarse a los menores de edad. Quería ser grande para tener una profesión, para trabajar, tener una casa, encontrar al príncipe azul, formar un hogar y así ser feliz (que se note que de pequeña me leyeron muchos cuentos de los hermanos Grimm y vi todas las películas de Disney). Quería ser grande para adquirir independencia de mis padres y siendo sincera, para hacer más lo que se me diera la gana que lo que me ordenaran u obligaran; manejar mi propio dinero y gastarlo en lo que quisiera sin tener que rendir cuentas a nadie.

Ya estando en la Universidad, empecé a notar que eso de crecer no era tan chévere pero todavía se podía hacer algo para hacerlo más llevadero. Las largas jornadas estudiando para parciales (aunque siendo sincera, gracias a mi memoria fotográfica, no tenía que esforzarme mucho por estudiar y estudiar, simplemente prestaba mucha atención en la clases y listo) y haciendo trabajos que parecían interminables. Fines de semana sacrificados con tal de cumplir con los deberes porque para mí la Universidad siempre representó un reto, en el que debía demostrar hasta dónde era capaz de llegar y qué calidad de profesional quería ser (era-soy) yo.

Y así fue, todos mis esfuerzos se vieron recompensados con méritos, honores, etc., esos adornitos que se ven tan chéveres en la hoja de vida pero que al final no importan tanto como quisiéramos, y que en más de una ocasión me ha tocado eliminar del “curriculum vitae” al momento de buscar trabajo, porque las empresas suelen decirme “es que usted tiene el perfil muy alto para el cargo”, negándome así la oportunidad de adquirir experiencia y seguir creciendo profesionalmente en un empleo fijo.

Y digo yo que crecí. Claro, ya tengo 24 años, soy una profesional de la Comunicación Social, ahora me toca trabajar para darme mis gustos y no depender tanto de mis papás, que aunque sigo viviendo con ellos, toca empezar a generar independencia en ciertas cosas, como asumir mis propios gastos y caprichos.

Y en esta etapa de “ser grande”, pues las cosas no han sido color de rosa como yo las esperaba cuando pequeña. Como dice una canción por ahí “los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía”. Me ha tocado enfrentarme a muchos obstáculos para conseguir mis objetivos, algunos pequeños, otros tan grandes como monstruos que parecen invencibles. Tal vez porque no estaba acostumbrada/preparada para enfrentar estas cosas difíciles de la vida, porque gracias a Dios, a mis padres y a mi familia, nunca me ha faltado nada, siempre he sido una niña consentida a la que le fue complacido el mínimo capricho, incluso si en alguna época de nuestras vidas, estuvimos en alguna situación difícil, mis padres hicieron todo lo posible para que yo no sintiera ni sufriera las consecuencias, con decirles que estando en la Universidad, pasamos por una situación económica difícil por aquello de los problemas que tienen las empresas contratistas como la de mi señor padre (esos cuando los contratos se ponen difíciles), y pensé incluso en convertirme en mesera de un restaurante por las noches mientras estudiaba de día, pero recibí un NO rotundo en mi casa, porque para ellos lo más importante era que yo estuviera concentrada en mis estudios y no en los problemas de la casa, que ya ellos veían cómo resolverían.

Tal vez, tanto pechiche terminó por hacer de mi una mujer muy frágil ante los problemas y endeble ante los fracasos, porque es un hecho: NO SÉ PERDER y yo se que a nadie le gusta hacerlo, pero a mi tras que no me gusta, no sé asumir la posición adecuada y me derrumbo fácilmente cuando las cosas no salen como quiero y espero. Y estoy en ese proceso de cambiar de chip y de asumir una mejor posición frente a los problemas que esto de ser grande atañe, y aunque confieso que no es nada fácil, pues ahí voy dándole, metiéndole la ficha, porque eso sí, lo que ME PROPONGO, LO LOGRO, y ya lo he demostrado. Esto no será la excepción.

En esto de ser grande, tampoco me han gustado los miles de estrellones por fracasos amorosos y golpes al corazón. Y es que han sido tantas ilusiones en vano, que prefiero seguir siendo pequeña y vivir de esos amores de mentiritas que no hacen daño, que no maltratan, que no hacen sentirte como un culo (me perdonan la expresión, pero no hay mejor forma de definirlo). Y es que es tan complicado eso de olvidar para mí, que me da rabia conmigo misma. Eso de sentirme estúpida e idiota, por seguir “chorreando babas” por quien solo ha sabido despreciarme es un caso de masoquismo extremo, y cómo me gustaría no ser así, pero rayos, parece que es un mal que me aquejará hasta que no encuentre la persona adecuada, si es que al fin la hay.

En serio, quisiera volver a esa época donde las únicas preocupaciones que tenía era que me podía perder mis programas de tv. favoritos, o que se me perdiera algún juguete. Donde la responsabilidad que tenía era la de hacer tareas, sacar buenas notas y mantener mis cosas ordenadas. Esa época donde me reía de lo mínimo y lloraba por bobadas, donde tenía muchos amigos y si alguien no quería ser mi amigo, en realidad no me dolía tanto porque podría conseguir otros amigos fácilmente. Esa época donde mis grandes amores eran mis juguetes y algún niño de mi edad al que le daba unos cuantos besitos y éramos felices, simplemente así, y cuando ya me aburría de él, pues sencillamente se me olvidaba y ya, nada de traumatismos ni dolores profundos en el corazón. Esa época donde la vida era tan dulce, y la felicidad se parecía mucho a un parque de diversiones, donde con la facilidad que te subías en un juego, te bajabas del otro, pero siempre feliz, con algunos sustos y miedos normales, pero era lo máximo.

Ahora, cuando estoy grande, estoy montada en una montaña rusa de sentimientos, de situaciones. Lo que hoy me hace feliz, mañana no tanto. Lo que hoy me hace reír, mañana me hará llorar a moco tendido. Lo que hoy es tan fácil, mañana se vuelve tan difícil. Lo que puedo tener hoy, mañana lo pierdo con facilidad.

Definitivamente, yo no quiero ser grande. Pero así es la vida, y aunque no quiera, toca asumirlo, aunque muy dentro de mí, siempre estará presente esa niña que soy. Y es que hay cosas que irremediablemente, siempre será mejor mantener de esa época de niños. Por eso yo no dejaré NUNCA que muera la niña que hay en mí, ¿y tú?

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Comentarios

  1. Muy bacano el texto, no comparto tu sentimiento... Pero me gustó, se lo pondré a leer a mi hermana de 12!
    Gracias

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  2. Leerlo me hizo identificarme...sera que asi seremos las de estas epocas?? antes todo era color de rosa.. ahora todo es un poco complicado, y si tu eres masoquista con alguien que ni pisca de atención te presta... yo soy la +1 .. kiss

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  3. y yo a mi sobrina de 8!. Sobretodo para que no sea tonta y tenga autoestima con respecto a los hombres.

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  4. y yo a la de 8. sobretod para que no sea tan tonta y aprenda a tener autoestima con respecto a los hombres y a las relaciones de pareja

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  5. Y tengo malas noticias, es inevitable y se pone peor.

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  6. yo soy de las que a ratos me quejo del crecer!!! De verdad... pero cuando me siento con cabeza fría a pensar, me parece de lujo ser grande... tiene muchas ventajas... El tema no es ser niño o niña... sino no dejar de soñar, eso es lo que nos mantiene vivos... Yo tengo 29. Y me ha ido bien, y soo me imagino ser una bebé cuando tengo miles de problemas, pero la independencia de la adultez no tiene precio!! :D

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  7. Cuando somos pequeños, hacemos de todo para crecer, y cuando lo hacemos, queremos hacer de todo para retroceder en el tiempo; pero oh sorpresa, no se puede.
    Yo por eso prefiero conservar conmigo algunas cosas de niña, pero sobre todo, valorar las pequeñas cosas que cuando niños valoramos más.

    Me gustó este post, me identifiqué mucho con eso de ser la consentida de los papás jejej
    Saludos :)

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